Perspectiva
En caída libre
Retrocedemos en nuestro país mientras en otros invierten en enfermeras y construyen modelos equilibrados, reforzando sus plantillas y estableciendo ratios que garanticen una atención segura.
Cada año, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) publica el informe “Health at a Glance”. Un conjunto completo de indicadores con los que se analizan cerca de 40 sistemas de salud de países de distintos continentes.
Estos indicadores abarcan el estado de salud, los factores de riesgo para la salud, el acceso, la calidad, el gasto sanitario y los recursos del sistema de salud.
Entre ellos, efectúa un detallado análisis de las ratios de enfermeras, que en el informe de 2025 nos sitúan a la cola, una vez más, pero además en tendencia negativa, caemos hasta las 5,9 enfermeras por 1.000 habitantes, frente a las 6,2 recogidas en el anterior análisis. Y eso sucede mientras la media se sitúa en 9,2.
Tres puntos
Esto supone más de tres puntos de distancia, estar anclados en cifras de necesidades pasadas y, sin paños calientes ni excusas, la radiografía de un deterioro estructural de los cuidados que ya empieza a tener consecuencias visibles.
Ya lo dijo el propio Ministerio hace apenas un año, faltan 100.000 enfermeras, pero lo que no nos dijo, es que no solo no las ganamos, sino que seguimos perdiéndolas.
El dato más preocupante no es solo la distancia con la media europea, sino la tendencia descendente que ahora evidenciamos.
Retroceso
En lugar de avanzar, retrocedemos, mientras otros países invierten en enfermeras y construyen modelos equilibrados, reforzando sus plantillas y estableciendo ratios que garanticen una atención segura; ofreciendo a sus profesionales lo que es justo: estabilidad, mejores salarios, cargas de trabajo razonables y reconocimiento.
Perdemos enfermeras y, además, crecen las jubilaciones, se multiplican las bajas por agotamiento y la formación de nuevas enfermeras no se incrementa porque tampoco se invierte en este capítulo, el de las universidades y la oferta formativa.
No hay magia posible, ni milagro, sin suficientes enfermeras no existe una atención primaria preventiva y sólida, ni hospitales seguros, ni servicios sociosanitarios cubiertos.
Dotación segura
Nuestro país necesita una dotación segura de enfermeras, y dada la acción cortoplacista de nuestros políticos, necesita garantizarlo por ley, la que impulsamos en el Congreso, una norma similar a la que existe en educación, que cuenta desde hace años con una ratio máxima de alumnos por docente, ahora en revisión. Un ámbito en el que no parece haber problemas competenciales, ni nulos entendimientos entre partidos.
Los distintos gobiernos han abordado siempre el déficit de enfermeras desde la seguridad de que absorberemos las cargas de trabajo, trabajaremos doble turno y compensaremos con profesionalidad y sacrificio su incompetencia por el bien de nuestros pacientes, así lo hicimos en la pandemia y así lo hacemos, cada día, cuando se nos exige. Pero ese chantaje emocional dejará de funcionar.
No se puede construir el sistema sanitario con una presunción de disponibilidad infinita.
No hace falta ser un experto para anticipar lo que ocurrirá si no se actúa, y si no se hace pronto. Porque todos sabemos cuánto cuesta incorporar a las enfermeras que necesitamos, pero nadie se atreve a hacer el cálculo de cuánto nos está costando, año tras año, no sumarlas.
Dejar que el déficit de enfermeras se incremente no sólo es una imprudencia de quienes han ignorado sistemáticamente la importancia del cuidado, es una autentica amenaza en la coyuntura actual marcada por la cronicidad y el envejecimiento, es dejar al sistema sanitario en caída libre.