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SATSE y la Unión Mundial de Enfermeras denuncian el maltrato a refugiados

La Unión Mundial de Enfermeros/as asegura que la política actual de detención indefinida del Gobierno australiano es cruel e inhumana y debe cesar.

El Sindicato de Enfermería, SATSE, se ha sumado a la campaña iniciada por la Federación de Enfermeras y Matronas Australianas (ANMF), a través del comunicado que ésta ha hecho llegar a la Unión Mundial de Enfermeros/as (GNU), en contra del maltrato que están recibiendo los refugiados y personas que buscan asilo en Australia por parte de su Gobierno.

La Unión Mundial de Enfermeros/as (GNU), que representa a enfermeros de 21 países de todos los continentes, y de la que forma parte SATSE,  trabaja  para combatir las alteraciones en la salud de la población a nivel global, promoviendo a través de la Enfermería, la solidaridad internacional y el derecho a la salud. La GNU asegura que la política actual de detención indefinida del Gobierno australiano es cruel e inhumana y debe cesar.

En este sentido, afirma que bebés y niños pequeños se encuentren prisioneros en condiciones insalubres y peligrosas en Nauru, Manus Island y en Christmas Island, alertando sobre el traumático impacto físico, mental y emocional que la detención obligatoria tiene en ellos.

Ante esta situación, GNU ha demandado al Gobierno australiano que libere de inmediato a los niños y a sus familias de la detención. De igual manera,  apoya a los enfermeros y otros profesionales sanitarios australianos que están luchando por un cambio en la política del gobierno, arriesgándose a ser encarcelados hasta dos años si hablan acerca de los pacientes detenidos.

Al respecto, concluye apuntando que los profesionales de Enfermería que trabajan en los centros de detención deberán, entonces, tener permitido cumplir con sus obligaciones profesionales y éticas e informar sobre cualquier atención deficiente, abuso o daño a sus pacientes detenidos, ya que los enfermeros/as tenemos la obligación legal y moral de brindar el mejor cuidado a nuestros pacientes.

La pesadilla de los refugiados